El Avión (Diez y siete)

Así proseguimos viaje hasta Benavente. Yo conduciendo, Juan leyendo y apuntando en un bloc y John Fogherty amenizándonos el viaje. En Benavente paramos en un área de servicio que tenía anexo un restaurante de carretera abarrotado de camiones. Parecía un buen sitio para comer. Aparqué el coche, bajamos desperezándonos y entramos en el restaurante.

Le pedimos al camarero una mesa para dos y nos sentamos. El menú era muy variado y como no me tocaba conducir después decidí apuntarme a una ensaladilla rusa y unas chuletitas de cordero. Juan pidió ensalada de la casa y rape.

Tras mi recurrente choteo por su elección de comer pescado en un puerto de mar como Benavente comenzamos a charlar sobre el caso mientras esperábamos la comida.

- "¿Cómo lo ves?", le pregunté. "¿Le encuentras algún sentido a todo esto?".
- "La verdad es que hay muchos puntos oscuros. No entiendo de donde ha sacado el dinero sin tocar nada de la cuenta- aunque bien podría tener otra cuenta de la que tu no supieras nada- y lo de las 21 palabras me vuelve loco".
- "Y a mi", interrumpí.
_ "Seguro que la clave está ahí pero creo que va a ser difícil dar con ella. Creo que lo mejor es que, en cuanto podamos, nos centremos en las notas. La clave de todo tiene que estar en ellas". "Por lo demás sólo tengo una cosa clara: Marta no se ha ido por propia voluntad.."
- "Eso es lo que me preocupa..."
- "Lo sé. No tengo un motivo claro para creerlo pero me lo da el corazón", prosiguió Juanán.

En esas estábamos cuando el camarero nos acercó los primeros. Raciones muy abundantes y con un sabor excelente. Los segundos no nos dieron tiempo a respirar. También muy ricos y muy abundantes, como solía decir mi santa madre. Con los cafés en la mesa llegó la hora del chupito, al que solo el copiloto -o sea yo- tuvo acceso.

- "¿Hasta qué hora tenemos la reserva de la habitación?", preguntó Juan.
- "No te hagas ilusiones", le respondí. "Se trata de dos habitaciones". "No hay problema, tengo que llamar si llegamos más tarde de las ocho pero nos la guardan hasta la hora que sea".

Pedí la cuenta y pagué. Aproveché el momento para ponerle las cosas claras a Juan. El viaje -alimentación, alojamiento y desplazamientos- iba a correr de mi cuenta -más bien de la de mi ex-jefe- los vicios serían sufragados individualmente. Juan no hizo amago ni de protestar. Sabía que no le iba a llevar a ningún lado.

Ya en el coche abrí el escondite y me hice una "cañita" aprovechando que no me tocaba conducir hasta dentro de un buen rato. Juan incorporó a Fuyu a la autovía en el mismo momento en el que yo encendía el peta. El conductor escogía música así que ahora eran los who los que nos acompañaban.

Los Relatos de Perseo

Perseo es un ser que no siente demasiado. Un hombre perdido en un mar de contradicciones, lleno de defectos y vicios y con apenas virtudes. Un día descubrió que lo que realmente quería era escribir e inició este blog para poder comprobar que, sino hiciese públicos sus relatos, dormiría mucho más tranquilo por las noches.