El Avión (Uno)

Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había visto a Marta. De hecho, ni siquiera recordaba con claridad su cara cuando cerraba los ojos tratando de recordar el color de sus pupilas o la forma de su nariz. Aún así, ni siquiera había dudado cuando, aquella llamada con número oculto tres días atrás, la había devuelto de golpe a mi vida. Eran las doce del mediodía de un martes, había tenido que pedir la mañana en el curro para acudir a mi cita, llevaba un estúpido ramo de flores en la mano y no hacía más que mirar el reloj mientras esperaba a que las pantallas anunciasen la llegada de su vuelo.

Su llamada, como su forma de dejarme empantanado con un piso de alquiler para dos, un coche para dos, un bono anual de gimnasio para dos y un cuadro a medio pintar en el salón; había sido escueta y poco precisa. Muy de Marta

"Llegaré el martes a Compostela", me había dicho. "Si puedes pasa a buscarme. Mi vuelo llega a las doce y cuarto, más o menos".

Veintiuna palabras. Ni una más, ni una menos. Exactamente las mismas que contenía la nota que me había dejado pegada en la nevera el día que todo cambió. El día "0". En aquella ocasión las palabras fueron otras pero el número el mismo: veintiuna. Concretamente "Algún día llegarán las explicaciones. Hoy sólo los hechos. Tengo que marcharme. No trates de encontrarme. Se que es un marrón".

Ni un "te quiero" ni un "lo siento". Así era Marta

El Avión (Dos)

De pie, con las flores en la mano, pasaron por mi cabeza las semanas posteriores a la "desaparición" de Marta. La indiferencia de la policía, las decenas de correos electrónicos que le envié y que no obtuvieron respuesta, los cientos de "el teléfono móvil al que llama está apagado o fuera de cobertura en este momento" que tuve que escuchar, la desesperación de amigos y familiares, las bienintencionadas palabras de apoyo de todo el mundo que acabaron siendo la peor de las torturas,...Fueron días muy jodidos pero, como dice la canción de Trotsky Vergarán, "todo puede estar mucho peor, aunque todo esté mal, todo puede empeorar, no lo podés evitar". Y así fue.

Después de tres semanas sin noticias -me cago en el imbécil que dijo lo de "no news good news"- la situación cambió. Recuerdo que volvía de casa de Victor, el hermano de Marta, y que las casi dos horas de coche que me llevó el viaje desde Ribadeo a Santiago no habían servido para encontrar una respuesta, como tantas otras veces ocurría, a las preguntas que se agolpaban con insistencia en mi cabeza.

Di mil vueltas tratando de aparcar confiando en que la hora, cerca de las once de la noche, sería mi aliada para encontrar un sitio en el que dejar a Fuyu- así le había puesto Marta al focus familiar de segunda mano que le habíamos comprado a mi hermano tres meses atrás-. ¡Qué iluso! El afán reformista del alcalde había convertido la capital de Galicia en una suerte de gran obra llena de vallas y montones de cascotes que hacían casi inviable desplazarse en coche por la ciudad y, mucho menos, aparcar. Al final tuve que recurrir al viejo truco de ir hasta el Campus y dejar allí a Fuyu, fuera de la "zona hora" al fin, para regresar hasta mi casa caminado.

Fue un paseo agradable -en contra de lo que dicen los meteorólogos no siempre llueve en Compostela-, que concluyó con un bocata de jamón asado y queso y una caña en el "Berna", el bar de al lado de casa que me había servido de cocina los últimos veintiún días.

El Avión (Tres)

Tras la cena, eché el vistazo de rigor a los periódicos casi de ayer y me entretuve en una breve charla intrascendente y deportiva con Suso, el dueño del "Berna". El descafeinado de máquina, acompañado de un chupito de Johnnie "a cuenta de la casa" y de los bostezos, me indicaron que ya era hora de marcharme a casa. El hijo de emigrantes gallegos de ciento y muchos quilos de detrás de la barra me despidió con su clásico "nos vemos mañana, si Dios quiere" y yo le contesté con mi parco "tamañana", mientras salía por la puerta dispuesto a pelearme con el sueño, una noche más.

Abrí el portal y entré. Mientras esperaba el ascensor, mi vista se dirigió hacia el buzón del correo y allí vi algo que asomaba por su boca y que no parecía una carta con facturas -la única correspondencia que solía llegarme-.Me acerqué al buzón y, ya sin abrirlo siquiera, saqué desde arriba aquello que había llamado mi atención. Era una postal y, sí, era de Marta.

La postal estaba sellada en Budapest y mostraba una estampa nocturna del Castillo de Buda, uno de los grandes atractivos turísticos de la "Perla del Danubio" que yo recordaba muy bien porque allí, de viaje con Marta dos años atrás, había perdido mi cartera con toda la documentación. Marta estaba en Budapest.

Aunque parezca increíble, en el breve lapso de tiempo que va desde que vi la foto de la postal hasta que le dí la vuelta para leer lo que Marta me tenía que decir, se me pasaron mil cosas por la cabeza. Había ido al banco el día anterior y, tras explicarle la situación que estaba pasando al interventor de la sucursal, conseguí averiguar que Marta no había hecho ninguna compra con sus tarjetas desde su desaparición y que tampoco había hecho ninguna retirada en efectivo. Nada de nada. La policía tenía además alertadas, desde que había puesto la denuncia su hermano- a mi como pareja sin más no me habían hecho puto caso-, a las compañías aéreas, de autobuses y de alquiler de coches, con lo cual Marta no podría haber salido del país en ninguno de estos transportes sin ser descubierta. ¿Cómo cóño habría llegado hasta Budapest entonces?

Éste y otros muchos pensamientos, como el de si realmente Marta estaría en Budapest, pasaron por mi cabeza en apenas un segundo, el tiempo que tardé en darle la vuelta a la postal y encontrarme con la letra de Marta. "Miguel -me decía- sé que es difícil para todos pero necesitaba tomarme un tiempo. Necesitaba cambiar de aires y hacerlo sin ti. Besos".
Me cago en tu puta madre, pensé. ¡Otras putas veintiuna palabras!

El Avión (Cuatro)

Ya con el culo pegado al sofá y con un vaso de whiskey en mi mano derecha, volví a releer por enésima vez la maldita postal. Parecía que Marta quería pasar de mí y que la "fuga" era la mejor manera que había encontrado de hacerlo pero, la verdad, la historia no me cuadraba para nada. Nuestra vida en común era buena, o eso pensaba yo al menos. Apemas discutíamos, nos reíamos mucho y nos gustaba pasar todo el tiempo que podíamos juntos; bien tumbados en el sofá de casa, bien de excursión cuando el tiempo acompañaba, bien de cañitas, ... Teníamos claro, o eso pensaba yo, que juntos todo era mejor.Ahora ya no lo tenía tan claro.

No era la primera vez que dudaba sobre lo "buena" que era mi relación con Marta. Semanas atrás, cuando había acudido a la policía para explicarles lo de la "fuga", los funcionarios me habían hecho un millón de preguntas con las que no contaba. De hecho, cuando Victor había puesto la denuncia, le habían comentado que el principal sospechoso de la desaparición de una persona es su pareja, o sea yo. Bien pensado tiene bastante sentido pero cuando tú eres el señalado la cosa es bastante más difícil de entender. Yo era el principal sospechoso de la desaparición de Marta para la policía.

Cogí la postal, la scaneé por las dos caras y se la mandé por correo electrónico a Víctor. Quería que la tuviese para que también pudiese darle las novedades a sus padres. Ahora lo que me quedaba era intentar dormir .Me levanté del sofá y busqué en la "Caja de los truenos". Aún tenía algo de "quitapenas". Cogí el mechero, quemé un poco el costo y me preparé un cigarrillo y un papelillo. Con el porro entre mis labios las cosas tampoco cuadraban pero seguro que me ayudaba a dormir más y mejor.Mañana sería otro día.
Nin con el peta había forma de arreglar con Morfeo la situación. No sé que pensaría el resto de la gente de la postal -la verdad es que sí imaginaba lo que dirían- pero a mi no me cuadraba nada. Además, ¿por qué cojones me escribiría sólo veintiuna palabras? ¿Tendría esto algún sentido? Entre estas y otras preguntas finalmente Morfeo acudió a mi.

El Avión (Cinco)

La noche había transcurrido entre risas con Marta, goles de Mostovoi, explicaciones a mis padres y mucho humo de tabaco. Antes de acostarme no había tomado más que un par de whiskeys pero la mañana parecía de domingo. No había sido un sueño reparador, como hubiese deseado, pero había que salir de la cama porque había muchas cosas por hacer.

Ya en la ducha, hice un pequeño repaso de los acontecimientos del día anterior y organicé, como solía hacer siempre que me encontraba bajo los efectos reparadores del agua, la agenda del día. Lo primero era hablar con Victor para comprobar si había visto el correo. Después, según fuese la conversación, acercarme hasta comisaría para enseñarles el mail a ellos y más tarde, a última hora de la mañana, pasarme por la oficina. Llevaba días sin dar noticias y, aunque el jefe me había dicho que me tomase el tiempo que fuese necesario para solucionar lo de Marta, era bueno que me acercase a hablar con él. Ya tenía la mañana organizada pero, antes de nada, necesitaba un cafecito y una conversación instrascendente. Seguro que Suso sabría solucionar ambas cosas.

Todavía con la toalla enrollada alrededor de la cintura me acerqué a la ventana para ver el color del cielo. Estaba azul. Un compostelano, aunque sea de adopción como yo, siempre sonríe -aunque no esté de buen humor- cuando mira por la ventana y ve el cielo azul. Me puse unos vaqueros, una camiseta roja sin planchar pero limpia, los all star negros que Marta llevaba meses queriéndome tirar y, mientras comprobaba que la cartera y el móvil venían conmigo, salí por la puerta poniéndome todavía la americana de pana negra que me había regalado mi madre los pasados Reyes. El cielo estaba azul pero aún estábamos en abril así que la chaqueta seguro que no sobraba.

Ya en el "Berna" y, como era de suponer, Suso supo solucionar mis necesidades más básicas. El café estaba delante de mi antes de que volviese de la máquina de tabaco y, junto a él, "El Correo Gallego" del día. Tras darme un margen para encender un pitillo y remover el azucar, Suso se acercó para hacerme partícipe de la novedades del día. Eran las 9:30 y, como Suso abría sobre las siete, sus casi cuatro horas de día lo hacían tener un nivel de actividad muy lejano del de la mayoría de sus clientes a esas horas.

"¿Cómo va eso Miguelito?", me preguntó con un amago de sonrisa en su boca. "¿Crees que el Valencia será capaz de ganar la Liga?, prosiguió.

"No sé", le contesté. "El Valencia siempre me ha caído bien....Ya lo sabes"

"Es que de tu Celta prefiero no decirte nada porque me da que este año....", insistió Suso. "¿Vas a ir al derby de este sábado?".

"Pues la verdad es que no lo tengo claro Suso", le contesté. "Ya sabes que ando con lío".
"Sí, ya sé. Es por joder un poco"- me dijo con la mejor de sus sonrisas.
"Lo sé Suso, lo sé. Y sabes que es eso lo que me trae aquí y no tu mierda de café coruñés" le solté con una sonrisa cómplice y el humo del pitillo compartiendo "zona de salida" con mis palabras.

Tendrás queja de mi café!...y en cuanto a lo de joder....ya sé que vienes por eso pero hasta que no me lo pidas con cariño..." dijo Suso mientras se giraba para atender a otro cliente que reclamaba sus servicios. "Por cierto", me susurró antes de completar su giro, "sino vas al derby acuérdate de los amigos y pásame el carnet". Un enorme, guiño, casi tan grande como él, acompañaba sus palabras.

Antes de que pudiese responder al último estoque verbal de Suso mi teléfono comenzó a sonar. Era Victor.

El Avión (Seis)

"Buenos días, tengo cosas que decirte", me espetó Victor a través del teléfono.
"Te llamo porque así me lo pidió Marta pero, a partir de ahora, las cosas cambian entre nosostros. Me llegó una carta de Marta en la cual me cuenta un montón de cosas que no sabía de ti. Era su letra. Era Marta. Ya me paso por la policía para anular toda esta película. Marta está bien. No desapareció. Simplemente no te aguantaba más y decidió cambiar. Está en Budapest y lo único que quiere es seguir su vida sin ti".

El impacto apenas me permitía nada más que balbucear. "Pero Victor, ¿qué me estás contando?", acerté a decir "¿no has visto el mail que te mandé?", le respondí. "A mi también me ha escrito Marta".

"Ya lo ví Miguel. En su carta me decía que te iba a mandar unas lineas. Su postal es breve porque tú, aunque lo niegues, ya sabes todo lo que hay que saber", me espetó. "Nunca me lo hubiera esperado de ti y, mucho menos, todo el paripé que has montado para ocultarlo. Mi hermana te dejó por lo que tú ya sabes y, simplemente, me lo ha contado detenidamente para que todos nos quedemos tranquilos", prosiguió ."Como así me lo ha pedido Marta voy a contar una versión similar a la que te ha llegado a ti, sin detalles, para tranquilizar a toda la gente pero como sigas insistiendo en lo de la desaparición le daré la carta que me llegó a la policía y te aseguro que no te conviene, como bien sabes".

No daba crédito a lo que estaba oyendo. "No sé de que me hablas, Victor" acerté a mascullar.

"Te lo repito por última vez, Miguel. Mi hermana no quiere saber nada de ti. Te ha dejado. Esto es lo que le voy a contar a todo el mundo y si insistes en seguir con lo de la desaparición contaré toda la verdad. Tu verás." me dijo. "Por cierto, borra mi número de tu agenda y no vuelvas a llamarme. A lo mejor dentro de un tiempo puedo volver a escuchar tu voz pero ahora no", concluyó. "Hasta otra".

Dejé el teléfono apoyado en la barra. Llamé a Suso y le pedí otro café y un jonhie con hielo. Tomé el café de un trago y el whiskey de dos y, tras pagar y despedirme de un asombrado Suso, cogí la puerta y salí a la calle. Habían pasado menos de cinco minutos desde que Victor me había colgado el teléfono pero iba a pasar mucho más tiempo antes de que pudiese recuperarme mínimamente de la conversación. Una cosa estaba clara, no tenía ni puta idea de lo que me estaba contando Victor ni de lo que Marta le había contado a él, pero lo que sí tenía claro es que la carta a Victor era una sarta de mentiras pensada para dejarme fuera de juego. Además, muchas cosas seguían sin cuadrar, ¿cómo había llegado Marta a Budapest? ¿Con qué dinero?
No estaba en mi mejor momento para tomar decisiones pero una cosa estaba clara: las cosas no se iban a quedar así. Por el momento iba a respetar mi agenda del día pero iba a invertir su orden. Primero iría a la oficina y después a la comisaría, mi pasaporte estaba caducado.

El Avión (Siete)

Después de quince minutos de pasos indecisos por las calles de Compostela me encontraba delante de la puerta de mi oficina. Eran poco más de las once así que, lo más probable, es que mi jefe estuviese tomando el café en el "Siglo XX". Por ello, en vez de abrir el portal y subir hasta el despacho, dí media vuelta y me acerqué hasta el "Siglo XX". Allí estaba Marcos. En su mesa de siempre y con el "Marca" entre las manos. Entré, pedí un cortado en la barra y me acerqué a la mesa en la que estaba sentado.

Mientras me acercaba, y con la intención de que me escuchase antes de verme, iba canturreando "por lo bajini" el "...que asqueroso es ser del Real Madrid, ser del Real Madrid, ser del Real Madrid...". La canción tuvo su efecto y Marcos levantó la vista con cara de pocos amigos hasta que reconoció en mí al autor de la provocación.

- "¡Hombre Miguel!, ¡buenos ojos te vean!", me dijo mientras se levantaba para saludarme. "Ya pensé que te habías olvidado de donde está la oficina. ¿Cómo va todo?, ¿Hay novedades?". "Siéntate y cuéntame con calma".

Fue una conversación larga. Marcos y yo no éramos lo que se dice amigos. Lo conocí cuando, tres años atrás, comencé a trabajar en su empresa pero siempre se había portado conmigo como algo más que un jefe. Estaba contento con mi trabajo y la empresa había crecido mucho desde que yo estaba en ella. Yo también estaba contento con él pero era plenamente consciente de que, independientemente del "buen rollo" entre ambos, la situación en la que estaba ahora y la decisión que había decidido tomar no le daba mucho margen de maniobra.

No le dí muchos detalles pero le dije que iba a necesitar un tiempo largo para mí, por lo menos un par de meses, y que entendía que no me lo podía dar así como así. Él intentó convencerme para que pidiese una baja psicológica y así poder mantenerme en plantilla pero, lo que había decidido hacer con mi vida en el camino desde el "Berna" al "Siglo XX", no me iba a permitir pasar a revisar semanalmente mi estado psicológico con un loquero. No había mucho margen de maniobra. Aún así, Marcos encontró un solución. Me despediría con el compromiso, mediante un documento privado, de que me volvería a contratar con el mismo sueldo si volvía a incorporarme antes de seis meses. Yo por mi parte renunciaría al finiquito pero tendría derecho a paro. Era un buen trato.

Acompañé a Marcos a la oficina y, mientras yo saludaba y "cafeteaba" con los compañeros, él se ocupó de todo. Al cabo de algo más de una hora me mandó entrar en su despacho y me hizo firmar lo que me parecieron un millón de papeles. Me dió un sobre con una copia de todo y me dijo que ya tenía todo listo; que al día siguiente ya podía pasar por la oficina del paro y solicitar la prestación por desempleo."Si mañana vas al INEM con todo lo que llevas aquí, pasado mañana te puedes ir de viaje a las Cochabanbas sabiendo que el 28 de cada mes vas a recibir en tu cuenta el paro", me dijo. "Por cierto", prosiguió, "te he metido en este sobre dinero. Son una parte de la "paga de beneficios" que pensaba darte al terminar el año. No te lo había dicho aún pero pensaba hacerte socio de la empresa así que, si quieres cobrar el resto, sólo tienes que cumplir con lo pactado y volver antes de 6 meses".

-"Gracias Marcos", respondí "pero no es necesario que me des nada, ya bastante has hecho por mi" dije con el sobre de dinero entre las manos.

- "No es un favor Miguel", me contestó. "Es no ser un ladrón. Antes de lo de Marta pensaba proponerte lo de ser socio, así que este dinero es tuyo. Te doy sólo una parte con la intención de obligarte a volver. Mucha suerte en todo. Te acompaño a la puerta" dijo mientras me obligaba a meter el sobre del dinero con el resto de la documentación.

- "Gracias de nuevo, Marcos" respondí mientras salía por la puerta de la oficina.
- " Gracias a ti y suerte" me despidió Marcos. "Y vuelve pronto".

Era poco más de la una así que, si me apuraba, igual tenía tiempo de pasar por comisaría y renovar el pasaporte. Mientras paseaba hacia allí abrí el sobre que me había dado Marcos. ¡¡Joder!!, dentro había 5.000 eurazos. Que cabronazo era Marcos. Si esto era una parte de mi "paga de beneficios" el total sería como mínimo el doble y, suponiendo que fuese así, el cabrón debía de estar ganando al año más de 150.000 euros después de impuestos. Y me decía, presisamente hoy, que pensaba hacerme socio....Qué cabronazo!!.

El Avión (Ocho)

La comida no había estado mal. Suso se había portado y el cocido que me había metido entre pecho y espalada había hecho que mis problemas desapareciesen al menos durante un rato.El trozo de tarta helada que tenía delante, acompañado de cafelito y chupito, y la lectura pausada del "Marca" aseguraban el instante de tranquilidad que necesitaba antes de meterme en casa y organizar, aunque fuese por encima, el viaje en el que había decidido embarcarme.

El segundo café me sacó del letargo al que la copiosa comida me había llevado y, además, el reloj me anunciaba que Juan estaría a punto de llegar. Juan era amigo mío desde mi época de andanzas universitarias. Era abogado y, desde que lo conocí, siempre había llevado mi "departamento de marrones" particular. Cada vez que había un problema serio la llamada era a Juan y, como el mismo decía, mi afición a meterme en líos me convertiría algún día en un excelente cliente.

El odioso tintineo de la puerta del "Berna" cada vez que entraba alguien me anunció la llegada de Juan. Sabía desde el comienzo todo lo referente a Marta y me conocía lo suficiente como para no asustarse por nada de lo que le dijese, así que con él podía hablar con toda confianza.

Tras los saludos de rigor y ya con su café sobre la mesita comenzamos la conversación.

- "Te cuento Juan. Las cosas han cambiado mucho en dos días. Ahora soy el malo de la peli". A continuaciòn pasé a relatarle todo lo que había ocurrido desde la llegada de la postal de Marta, sin dejarme ningún detalle. Él, como siempre, escuchó con atención sin interrumpirme en ningún momento, esperando a que llegase el final de mi exposición.

- "¿y qué has pensado hacer al respeto?" me preguntó con cara de expectación. "Porque, o te ha cambiado el cerebro en estos dos días o, por lo que te conozco, tienes algo en mente. Algo que seguro va a requerir que yo haga cosas y que, además, te de, como mìnimo, mi apoyo moral".

- "Exacto Juan.Me voy a buscar a Marta a Budapest. Sé que no cuento con demasiadas opciones de encontrarla pero es lo que me pide el cuerpo. Me iré en cuanto arregle un par de cosas. Como no se el tiempo que voy a estar fuera quiero dejarte unas llaves de mi casa para que pases de vez en cuanto a echar una visual, recoger el correo y esas cosas. Los recibos los tengo todos domiciliados así que, al menos por esa parte, no voy a liarte mucho pero lo del correo me interesa bastante no vaya a ser que Marta me mande algo más."

- "Por eso no te preocupes Miguel pero...tienes algún plan? ¿Cuándo te marchas?"

- "Parece mentira Juan....claro que tengo un plan!! Mañana arreglo el papeleo de lo del paro y te dejo una copia de todas mis cosas por si acaso. Me compro un gps y me piro en coche para Budapest al día siguiente".

- Juan no pudo menos que lanzar una sonora carcajada. "Un planazo, si señor!!", me dijo entre risas. "Mira, por lo menos la paliza en coche que te vas a dar por tu insultantemente analógico miedo a volar, te va a venir bien para pensar un plan de verdad. Bueno, eso si das llegado a Rumanía que, conociéndote, puedes acabar en Suecia al menor despiste".
- "Creo que es lo mejor que puedo hacer, Juan. Es lo que me pide el cuerpo y sino consigo nada por lo menos no me queda dentro el no haberlo intentado", le dije.
- "No, si me parece bien que te vayas. Y mucho mejor que no te rindas. Si tú dices que no te cuadra yo te creo. Ahora bien, tienes que tener claro que, por lo que me cuentas, sólo tus buenos amigos -entre los que me incluyo- van a creer que lo de Marta es algo más que una forma poco común de mandarte a paseo".

- "A estas alturas empieza a darme igual lo que piense la gente y, además, voy a decirle a todo el mundo que me marcho de vacaciones una temporada para aclararme la cabeza. No voy a dar demasiadas explicaciones", le dije.

- "Perfecto. Bueno, entonces pasas mañana por el despacho y me dejas las llaves y el papeleo, verdad?".

- "Eso es", le dije.

- "Pues si te parece nos vemos mañana que tengo que ir a trabajar...te viene bien sobre la una?"

- "Me va estupendo".

- "Bueno pues hasta mañana".

Seguro que si le hubiese dicho lo que acababa de decirle a Juan a cualquier otra persona no habría actuado como él pero por eso mismo Juan era mi amigo. Nadie como él para echar un capote cuando más jodidas estaban las cosas. Siempre dispuesto a ayudar aunque le pidiese la cosa más rara del mundo...

-"Suso!!", exclamé. "Ponme un jonhie y acércame un boli y un trozo de papel que voy a planear un viaje".

-" Ahora mismo Miguel" me dijo desde la barra con una sonrisa cómplice. "Cuanto antes te marches mejor para mi salud".

Un par de horas después abandoné el "Berna" con un folio de papel lleno de notas y más whisky del que debía albergar mi cuerpo a esas horas de la tarde. También salí del "Berna" con las palabras de agradecimiento de Suso en mis orejas. Al fin y al cabo iba a poder ver el derby en Río Alto y sin pagar un duro y, mientras estuviese fuera, todos los partido del Celta en casa. La alegría va por barrios.

El Avión (Nueve)

No estaba en las mejores condiciones para preparar una maleta sin olvidarme de nada pero, para ser sinceros, nunca estaba en la mejores condiciones para hacerlo. Marta y mi madre lo sabían mejor que nadie. Si era yo el que hacía mi maleta sin ninguna revisión "a posteriori" siempre me faltaba algo. Sino era el bañador en un destino de playa era un abrigo en el invierno ruso. Aún asi, siempre dicen que lo que hay que ser es consciente de las limitaciones de uno y como yo lo era de las mías, nunca era de los que me quejaban mucho cuando, una vez en destino, notaba la ausencia de algo. Hacer la maleta me llevó aproximadamente una hora. Digo aproximadamente porque el olor a cannabis que me perseguía por la estancia y la música de la Creedence siempre conseguían que el tiempo no siguiese su curso uniforme.

Las maleta estaba lista. La documentación que tenía que llevarle a Juan al día siguiente reposaba ya sobre la mesita del hall, en un mullido sobre en el que también iba una copia de mis llaves. Tenía la cartera con las tarjetas y toda mi documentación preparada y ya había activado con mi compañía de teléfono la opción de llamar desde el extranjero. Todo estaba listo. Sólo me faltaba encontrar un escondite en Fuyu para guardar los petas y decidir cómo iba a hacer para llevar conmigo el dinero que me había dado Marcos.

Con la chusta del peta aún en los labios bajé las escaleras de casa con la intención de ir a por Fuyu. Mi idea era dejarlo aparcado cerca de casa para, al día siguinte, desplazarme en el hasta la oficina del paro a arreglar el papeleo, luego pasar por el despacho de Juan y, para completar la mañana, pasar por el Corte Inglés a comprarle a Fuyu un regalo: un "jippi de esos" que nos llevara a los sitios sin tener que preguntar a cada paso.

Ya el sol no estaba entre nosotros con lo cual la americana de pana, a pesar de lo caluroso que había sido el día, era la mejor compañía que podía llevar. Mientra paseaba hacia el campus en busca de Fuyu pasaron por mi cabeza muchas ideas. Aún me quedaban cosas por hacer en relación al viaje -consultar en internet duración de etapas, hoteles, etc- pero nada que no pudiese solucionar con un par de horas de navegación. Lo que realmente me preocupaba no era eso. Lo que realmente ocupaba mi cabeza mientras iba al encuentro de Fuyu eran dos cosas: ¿por qué? y ¿cómo?.

Por qué veintiuna palabas, por qué esa carta a su hermano, por qué Bulgaria, por qué sin explicaciones, ¿por qué?...Y ¿cómo no me había dado cuenta de nada? ¿cómo podía haberme dejado así de empantanado y sin explicaciones? ¿cómo pensaría que me iba a quedar quieto y dejarlo pasar? Sobre todo me atormentaba eso. Marta sabía que tenía muchos defectos y pocas virtudes pero, uno de mis mayores "virfectos" (así llamaba Marta a lo que a veces era un virtud y otras un defecto) era que no dejaba pasar las cosas. Podía no actuar en el momento, podía no acertar, podía parecer que lo dejaba pasar pero nunca lo hacía. ¡¡Y mucho menos sin una explicación!! Cada vez estaba más convencido de que el viaje era la solución.

El Avión (Diez)

Los recuerdos no dejaban de agolparse en mi cabeza y cada vez me sentía más ridículo con aquel estúpido ramo de flores en las manos. Ya Suso me había hecho dudar de la conveniencia de llevarlo con sus sarcásticos comentarios durante el desayuno pero ahora, allí de pié, la situación me resultaba absurda. La tía me había dejado plantado, había puesto mi vida patas arriba y ahora, después de seis putos años sin noticias, una llamada de móvil de veintiuna putas palabras, me llevaba corriendo a esperarla al aeropuerto con un ramo de flores en las manos.

Miré a mi alrededor y, a menos de cinco pasos, descubrí a un chaval de poco más de 15 años vestido como una estrella del rap. Me acerqué a él con paso decidido y, tras un breve intercambio de explicaciones, le empaqueté el dichoso ramo. Me miró con cara de "este tipo no regula bien" pero aceptó el cambio. Yo le di el ramo y él a mi un pitillo. Era un buen trato.

Tras una última mirada a la pantalla de los vuelos me acerqué a la máquina de café y saqué un cortado. Con él en las manos encaminé mis pasos hacia la salida más próxima. Necesitaba fumar y pensar un rato y, por lo que indicaban las pantallas y el clamor de la gente que esperaba, los vuelos iban a llegar con algo de retraso.

Salí fuera y, después de pensarlo detenidamente, decidí que iba a ser mejor mezclar la nicotina con algo para afrontar la situación. Me dirigí hasta el coche. Abrí la puerta por el lado del copiloto y entré. Ya sentado abrí la guantera y cogí la cajita con las luces de repuesto. Dentro estaba, perfectamente oculta de las miradas indiscretas, la reserva para viajes. Cogí la china y me hice el peta. Mientras lo fumaba mi mente me llevó de nuevo al pasado. A cuando Fuyu aún era mi compañero de viajes y a cuando, después de mucho pensar, había encontrado el escondite para petas que aún seguía utilizando.

El Avión (Once)

Eran las nueve y media de la mañana y, para haber dormido algo menos de seis horas, me encontraba sorprendentemente bien. Siempre había necesitado entre siete u ocho horas de sueño diarias para no parecer una víctima del "jetlag" permanente pero, con los últimos acontecimientos, mi ritmo de sueño había cambiado y ahora me prestaba más dormir en dos tandas: una nocturna y otra de siesta.Eso sí, las ocho horitas en total no me las quitaba nadie. Había pasado buena parte de la noche anterior planificando mi viaje. Ya tenía organizadas las primeras etapas de mi viaje y la agenda del día no parecía demasiado complicada: pasar por la oficina del paro, comprar gps, dejar a Fuyu en el taller para que los revisaran y quedar con Juan para dejarle todo el papeleo.

Con el sobre de Juan ya en las manos me acerqué a la ventana para ver el día que hacía. Azul con frío, una buena mezcla. Me calcé las "allstar" y me puse la americana de pana. Lo primero sería un café rápido. Bajé las escaleras, salí por el portal, café rápido y pitillo y, casi sin darme cuenta, ya me encontraba dentro de la oficina del INEM de Ramón Piñeiro. Después de esperar mi turno como en la charcutería le entregué a la amable funcionaria toda la documentación que Marcos me había dado, así como el pertinente documento del banco que acreditaba que tenía cuenta abierta con ellos. La funcionaria, una preciosa pelirroja de poco más de 30 años, me hizo una serie de preguntas sobre mi curriculum profesional y me abrió una "ficha" como demandante de empleo. Después de poco más de media hora y con un montón más de papeles en el "sobre de Juan" tenía todo lo del paro resuelto.

Pitillito de camino a Fuyu y, ya dentro, un poquito de música de acompañamiento de camino al taller. El tráfico por la zona de Galeras estaba imposible y, mientras esperaba en penitencia la luz verde de un semáforo, me acordé de que tenía que grabar en cd una buena parte de los discos que tenía en mi portátil sino quería que el viaje a Budapest se hiciese todavía más largo de lo que realmente era. Ya tenía la tarde ocupada.

Ya en "Rozas" le dejé el coche a Antonio para que me lo revisara. Le expliqué que saldría al día siguiente de viaje y que quería tener el coche en perfecto estado así que, a no ser que hubiese que gastar más de mil euros en ponerlo a punto, que le hiciese todo lo que él le haría a su coche si tuviese que hacer un viaje como el mío. Antonio sonrió y, después de limpiarse por enésima vez la palma de su mano derecha con el trapo mugriento que le colgaba del cinto, se despidió de mí emplazándome para pasar al día siguiente sobre las diez de la mañana. "Tranquilo que seguro que no tiene nada", me dijo.

Dejé a Fuyu en boxes en compañía de Antonio y comencé a caminar hacia la Plaza de Vigo. Serían veinte minutos de paseito a paso tranquilo así que encendí un pitillito y comencé a caminar. Fuyu estaría perfecto para mañana así que ahora había que comprale el gps y después pasar por el despacho de Juan con el sobre. Con eso y lo de grabar cds ya tenía el plan de viaje hecho. Lo de los hoteles para dormir lo iría haciendo sobre la marcha, dependiendo de donde quisiera dejar de conducir cada día.

De camino, atraído como siempre por su fantástico escaparate, paré en "Follas Novas" y me compré un diccionario inglés-castellano de bolsillo, otro básico de francés y un tercero de rumano. El librero me empaquetó también -no tenía la cabeza para discutir- un libro de viajes sobre Budapest. Cargado con una bolsa encender un pitillo es más difícil así que decidí para en un bar -iba sobrado de tiempo- para calmar a mi organismo con algo de nicotina antes de ir a por el gps. Nota mental: tengo que comprar algunos cartones de Lucky antes de salir de España.

El Avión (Doce)

Cargado de bolsas -gps, diccionarios, sobre de papeleo y tres cartones de Lucky- me planté delante de la puerta del despacho de Juan con la intención de dejar cerrada la parte más engorrosa de mi viaje. Por la tarde tendría que navegar por internet preparando las dos primeras etapas de mi viaje y grabar algo de música para no agonizar mientras recorría los casi 4.000 kilómetros que separaban la capital de Galicia de Budapest. Por lo que había podido ver en los días anteriores navegando por la red, me separaban de mi destino cerca de 40 horas de coche que, a una media de 8 horas de conducción al día -tampoco había motivos para forzar más- haría que plantarme en Rumanía me llevase al menos 5 días.

Timbré mientras alejaba de mi con gesto maquinal la última colilla de lucky y, tras el habitual sonido sordo de todos los telefonillos, la puerta se abrió ante mi. Subí andando los cuatro pisos que me separaban del despacho de Juan -el ascensor estaba averiado- y con respiración entrecortada empujé la puerta entreabierta en la que colgaba el ampuloso "Silva, Nieto & Asociados".

Una vez dentro y, tras preguntale por Juan Acosta a la atenta señorita de recepción, mi amigo salió de uno de las habitaciones y, tras saludarme efusivamente, me invitó a entrar en su despacho.

- "Aquí tengo el sobre", le dije. "Está todo lo que me pediste y algo más por si hay algún problema en mi ausencia. No creo que tarde más de un mes en estar de vuelta pero, por si acaso, lo quiero dejar todo atado y bien atado, que diría el otro".

- "Perfecto", respondió Juan mientras ojeaba con vista entrenada toda la documentación contenida en el sobre. "Se la dejo a Sara, nuestra secretaria , y ella se ocupa de todo. No te preocupes que está más que avisada y además es muy profesional" me dijo mienstras pulsaba un interlocutor llamando a la tal Sara.

- "¿Cómo?" le contesté..."Pero no te vas a ocupar tú personalmente?".

- "La verdad es que no creo que pueda hacerlo" me respondió mientras ambos nos giramos para "recibir" a Sara, que en esos momentos estaba entrando en el despacho de Juan.

Juan le entregó el sobre a Sara ante mi perpleja mirada y, mientras ella salía del despacho con un buen resumen de mi vida en papeles, me espetó: "Bueno, a qué hora salimos mañana?"

- "¿ Cómo que salimos?", le respondí.

- " Miguel", me contestó "me deben 47 días de vacaciones y este es tan buen momento como otro para reclamarlas". Además, continuó "¿no pensarías que te iba a dejar hacer sólo este viaje, verdad?. No es que no me fíe pero no creo que fueras capaz de llegar a Budapest tu sólo ni en un mes y, una vez allí, no creo que fueras capaz de averiguar nada sobre Marta ni en otro mes. Eres uno de los tipos más ingeniosos e inteligentes que conozco, pero al tiempo, uno de los más torpes también".

- "Pero...." protesté. "Llevo gps, seguro que soy capaz de llegar y en cuanto al resto...."

-"Con gps estás allí en 3 semanas" me cortó Juan. "Miguel, no voy a aceptar ningún no. O voy contigo en el coche o te persigo en el mío". "¿A qué hora salimos mañana?".

- "Pillo el choche a las diez en el taller, paso por casa a recoger todo y te paso a buscar" dije con una mueca de agradecimiento en los labios. " te va bien a las doce, por ejemplo".

- "A las doce me va perfecto. Graba buena música y no la mierda que sueles escuchar habitualmente que sino el viaje va a ser infernal" me espetó.

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El Avión (trece)

Comí en el bar -como llevaba haciendo los últimos días- y después de dos chupitos y un café ya me encontaba a tono para subir a casa y completar los preparativos del viaje. Le acababa de dar mi carnet a Suso con las consiguientes indicaciones para buscar el asiento en el campo y el hombre estaba más que contento. Yo también lo estaba, la verdad. Jamás le hubiese pedido a nadie que me acompañase en un viaje como el que iba a iniciar pero que Juan lo hiciese me llenaba de alegría.

Mientras, ya en casa, me peleaba con la maleta, no dejaba de leer una y otra vez la postal que Marta me había enviado. No dejaba de leer la postal y de analizar, una y otra vez, como habían transcurrido los acontecomientos desde la dsaparición de Marta: la nota,Victor, la policía, el banco, la postal,...Era bueno que le diese vueltas. Además estaba guardando en un sobre todo el "material" que tenía sobre "el caso" para que Juan también pudiese darle vueltas al tema durante el viaje.

La grabación de cds no iba mal y ya tenía todo mi equipaje listo. Maleta, bosa de mano y cartera de documentación -con carnet, pasaporte y una buena cantidad de pasta en metálico-. Someone told me long ago there's a calm before the storm,i know; it's been comin' for some time.when it's over, so they say, it'll rain a sunny day,i know; shinin' down like water. i want to know, have you ever seen the rain? i want to know, have you ever seen the rain?. La Creedence siempre me había ayudado a pensar desde mis tiempos de estudiante y quizás esperaba que la voz de John me permitiese darme cuenta de algo en lo que hasta ahora no hubiese caido...

Eran poco más de las nueve y ya no tenía nada que hacer en casa así que, antes de bajar a tomar unas cañitas, sólo me quedaba una tarea pendiente: llamar a casa y decirle a mi madre que me iba a tomar unos días. Marqué el número de teléfono y, tras tres tonos, escuché la voz de mi madre al otro lado del auricular:

"Hola, soy tu primogénito, mamá" dije tras el pertinente "siiii" de mi madre.

"Aunque no lo creas", dijo mi madre, "mientras me acercaba al teléfono ya sabía que eras tú, no sé, lo presentía"."¿Pasa algo?, ¿Sabemos algo nuevo de Marta?"

"No, mamá, desde el martes que hablé contigo ninguna novedad. Te llamo porque he decidido salir de viaje con Juan unos días para aclararme un poco las ideas..."

"¿Pero como vas a salir de viaje, Miguel?" me espetó mi madre en su tono de "poco reproche pero reproche"..."Y si hay alguna novedad, qué?"

"Mamá, llevo el móvil y además ya he dejado a alguien encargado para que pase todos los días por casa para mirar el correo y esas cosas...", le dije intentando tranquilizarla.

"No sé yo....¿Cuanto tiempo te vas?, me interrogó.

"Un par de semanas", le mentí.

"¿Un par de semanas?, bueno, entonces, si te parece bien me paso un par de veces a la semana por tu casa y compruebo que todo está bien. ¿No te parece bien?".

"Por supuesto mamá, me parece perfecto", le dije.

"¿Y cuando sales? ¿Tienes todo preparado?¿Vas en avión?" inquirió.

"Salgo mañana, voy en coche y sí, tengo todo listo" repliqué.

"Eso no te lo crees ni tu pero tendré que creerte. Mejor sería que fueras en avión que de ese coche tuyo ya sabes que no me fío mucho. ¿Cómo están las ruedas?"

"Bien mamá, todo bien. Lo llevé al taller y me lo han dejado como nuevo."

"Tú no te fíes de los talleres...." insistió.

"Bueno mamá, pues eso, tu pasate por casa cuando quieras y comprueba que todo está bien y llámame cuando quieras" le dije.

"Y ya de paso te recojo un poco que seguro que está todo hecho un desastre y, ya puestos miro lo de pintar el salón, que la última vez que estuve estaba muy desconchada la pintura".

"Mamá, haz lo que quieras, ya sabes que no voy a luchar contigo que nunca gano. Un beso. Te quiero".

"Más te vale no luchar", me contestó. "Por cierto, a dónde vas?" me preguntó.

"Marcho a Francia", le mentí. "Vamos a ver a un amigo". "un beso".

Tras colgar el teléfono cogí la chupa y salí de casa dispuesto a tomar unas cañas. Mientras bajaba las escaleras mi cabeza, que estaba en modo autónomo, pensaba sóla. Desde luego, mi madre seguro que es Dios. Los médicos se equivocan, los mecánicos se equivocan, ....todos se equivocan pero mi madre nunca. Seguro que es Dios.

El Avión (Catorce)

Fuyu estaba más que preparado. Tenía ruedas nuevas, los cambios de aceites y de filtros hechos, los ceniceros vacíos y la tapicería resplandeciente. Los "bollos" seguían en su sitio, eso sí. Después de sorprenderme con el precio de la puesta a punto de Fuyu -con los precios de los talleres siempre te sorprendes, para bien o para mal- sólo me quedaba pasar por casa a recoger el equipaje y pasar luego por casa de Juanán a recogerlo. Iba sobrao de tiempo.

Aparcado en doble fila delante del portal aún me fui a echar por encima un cafecito mientras liaba a Suso para que me ayudase a bajar todo de casa. Ya con las maletas en el coche, el bolso del viaje ceñido a mi hombro derecho, los cds en la guantera y el sobre del "caso marta" en el asiento de copiloto sólo me quedaba ir a por Juan. Aún quedaba una hora así que un bocata y una cervecita serían la mejor compañía.

Ante un resoplante Suso -al que por un momento pensé que "perdía" mientras bajábamos las cosas- y con el Correo Gallego ante mi había llegado el momento de hacer un último repaso a todo. Seguro que me iba a olvidar algo - me había acostumbrado a hacerlo con los años- pero el repaso de lo fundamental era importante. Gps, coche, documentación del coche, dinero y tarjetas, documentación mía, sobre marrón, ropa, cds, tarjeta de teléfonoa activada para roaming y una reserva para dormir en un hotelito de Santander esa noche. Lo llevaba todo. A partir de ahí tocaba improvisar.

-"Bueno", mascullé tras comer el bocata y tomar la birra. "Me piro, Suso. TE dejo un juego de mis llaves por si pasa algo y lleva un control estricto de las veces que pasa mi madre por aquí. Te dejo al cargo"
- "Queda tranquilo Miguel. Y ánimo con lo que sea que vayas a hacer." me respondió
- "Falta vai facer" le dije "Y como no.....coma sempre......o de sempre!!!!!" Halaaaaaaaaaaa...."
-"Celtaaa!!" completó Suso con un alarido.

Salí por la puerta y, una vez subido a Fuyu, arranqué con destino a la de Juan. No llevaba nin cinco minutos callejeando cuando me dí cuenta de que me había dejado los petas en casa. Me cago en la puta!! Bueno, por lo menos me había dado cuenta a tiempo.

El Avión (Quince)

Fuyu estaba más que preparado. Tenía ruedas nuevas, los cambios de aceites y de filtros hechos, los ceniceros vacíos y la tapicería resplandeciente. Los "bollos" seguían en su sitio, eso sí. Después de sorprenderme con el precio de la puesta a punto de Fuyu -con los precios de los talleres siempre te sorprendes, para bien o para mal- sólo me quedaba pasar por casa a recoger el equipaje y pasar luego por casa de Juanán a recogerlo. Iba sobrao de tiempo.

Aparcado en doble fila delante del portal aún me fui a echar por encima un cafecito mientras liaba a Suso para que me ayudase a bajar todo de casa. Ya con las maletas en el coche, el bolso del viaje ceñido a mi hombro derecho, los cds en la guantera y el sobre del "caso marta" en el asiento de copiloto sólo me quedaba ir a por Juan. Aún quedaba una hora así que un bocata y una cervecita serían la mejor compañía.

Ante un resoplante Suso -al que por un momento pensé que "perdía" mientras bajábamos las cosas- y con el Correo Gallego ante mi había llegado el momento de hacer un último repaso a todo. Seguro que me iba a olvidar algo - me había acostumbrado a hacerlo con los años- pero el repaso de lo fundamental era importante. Gps, coche, documentación del coche, dinero y tarjetas, documentación mía, sobre marrón, ropa, cds, tarjeta de teléfonoa activada para roaming y una reserva para dormir en un hotelito de Santander esa noche. Lo llevaba todo. A partir de ahí tocaba improvisar.

-"Bueno", mascullé tras comer el bocata y tomar la birra. "Me piro, Suso. TE dejo un juego de mis llaves por si pasa algo y lleva un control estricto de las veces que pasa mi madre por aquí. Te dejo al cargo"
- "Queda tranquilo Miguel. Y ánimo con lo que sea que vayas a hacer." me respondió
- "Falta vai facer" le dije "Y como no.....coma sempre......o de sempre!!!!!" Halaaaaaaaaaaa...."
-"Celtaaa!!" completó Suso con un alarido.

Salí por la puerta y, una vez subido a Fuyu, arranqué con destino a la de Juan. No llevaba nin cinco minutos callejeando cuando me dí cuenta de que me había dejado los petas en casa. Me cago en la puta!! Bueno, por lo menos me había dado cuenta a tiempo.

El Avion (Diez y Seis)

Ahora sí!! Ya estaba todo en su sitio. Me ajusté el cinturón, puse la intermitencia y me dirijí a por Juan. Lo acababa de llamar al móvil y ya me estaba esperando abajo. Con todas las ventanillas del coche bajadas para que entrara el aire en aquel día tan caluroso y a pesar de lo insufrible que era siempre el tráfico en Compostela llegué a la de Juan en menos de diez minutos.

Metimos las cosas en el maletero y, ya sentados cada uno en su lugar, nos dispusimos a pasar un buen puñado de horas juntos.

Tras los saludos iniciales y la repartición de turnos de conducción me tocó comenzar a mi al volante. Eran las doce y habíamos desayunado fuerte los dos así que decidimos conducir hasta que el hambre nos agobiase. El primer turno sería hasta la gasolinera de Guritiz y después lo llevaría Juan hasta que parásemos a comer.

Antes de poner a Fuyu en acción le di a Juan el sobre con toda la documentación que tenía sobre la desaparición de Marta y la torre de cds que tenía grabados. Juan no dudó. Nada mejor que la Creedence para comenzar un viaje.......

Uhhhhhhhhhhhhh, i heard into the grapewine, nos decía John Fogerthy.

Más adelante supe que Juan tenía preparado el discurso que ahora comenzaba a darme. En realidad lo supe las dos frases de empezar.

- "Mira Miguel", comenzó, "nos conocemos hace mucho tiempo. Me has ayudado muchas veces y además siempre lo has hecho sin preguntar por qué y sin juzgarme. Lo has hecho cuando muchos otros no lo hacían y, aún por encima, en tu puta vida me lo has recordado, ni lo has dicho delante de otras personas"...
- "Mal comienzo tiene este viaje Juan", traté de interrumpirle "todo esto no es necesario...."
- " Si que lo es, Miguel". "Como te decía siempre has estado a mi lado y aunque la verdad es que lo que me has dejado saber de lo de Marta no me casa por ningún lado, aún así estoy contigo en esto." Ahora viene lo jodido, prosiguió. "Bueno Miguel, tu nunca lo has hecho pero yo no soy como tú..."
- La cosa ya estaba empezando a preocuparme así que puse la intermitencia y me detuve en un arcén durante un segundo. Me giré completamente hacia Juan y le dije "Haz la pregunta y termina de una puta vez, si te sirve de consuelo en un caso como este yo también te la habría hecho".
- "Eso me consuela", continuó Juanán. "Pues eso, ¿has tenido algo que ver por muy remota que pueda ser la relación con la desaparición de Marta?"

-"Le he dado mil vueltas pero no se me ocurre ni un solo motivo que pueda tener relación con la desaparición de Marta".

-"Pues pon la intermitencia y arranca", dijo Juan. "Eso es lo que quería escuchar"."Y no me des la chapa mucho en la próxima hora que quiero estudiar todo lo que pueda este regalito que me traes en el sobre".

El Avión (Diez y siete)

Así proseguimos viaje hasta Benavente. Yo conduciendo, Juan leyendo y apuntando en un bloc y John Fogherty amenizándonos el viaje. En Benavente paramos en un área de servicio que tenía anexo un restaurante de carretera abarrotado de camiones. Parecía un buen sitio para comer. Aparqué el coche, bajamos desperezándonos y entramos en el restaurante.

Le pedimos al camarero una mesa para dos y nos sentamos. El menú era muy variado y como no me tocaba conducir después decidí apuntarme a una ensaladilla rusa y unas chuletitas de cordero. Juan pidió ensalada de la casa y rape.

Tras mi recurrente choteo por su elección de comer pescado en un puerto de mar como Benavente comenzamos a charlar sobre el caso mientras esperábamos la comida.

- "¿Cómo lo ves?", le pregunté. "¿Le encuentras algún sentido a todo esto?".
- "La verdad es que hay muchos puntos oscuros. No entiendo de donde ha sacado el dinero sin tocar nada de la cuenta- aunque bien podría tener otra cuenta de la que tu no supieras nada- y lo de las 21 palabras me vuelve loco".
- "Y a mi", interrumpí.
_ "Seguro que la clave está ahí pero creo que va a ser difícil dar con ella. Creo que lo mejor es que, en cuanto podamos, nos centremos en las notas. La clave de todo tiene que estar en ellas". "Por lo demás sólo tengo una cosa clara: Marta no se ha ido por propia voluntad.."
- "Eso es lo que me preocupa..."
- "Lo sé. No tengo un motivo claro para creerlo pero me lo da el corazón", prosiguió Juanán.

En esas estábamos cuando el camarero nos acercó los primeros. Raciones muy abundantes y con un sabor excelente. Los segundos no nos dieron tiempo a respirar. También muy ricos y muy abundantes, como solía decir mi santa madre. Con los cafés en la mesa llegó la hora del chupito, al que solo el copiloto -o sea yo- tuvo acceso.

- "¿Hasta qué hora tenemos la reserva de la habitación?", preguntó Juan.
- "No te hagas ilusiones", le respondí. "Se trata de dos habitaciones". "No hay problema, tengo que llamar si llegamos más tarde de las ocho pero nos la guardan hasta la hora que sea".

Pedí la cuenta y pagué. Aproveché el momento para ponerle las cosas claras a Juan. El viaje -alimentación, alojamiento y desplazamientos- iba a correr de mi cuenta -más bien de la de mi ex-jefe- los vicios serían sufragados individualmente. Juan no hizo amago ni de protestar. Sabía que no le iba a llevar a ningún lado.

Ya en el coche abrí el escondite y me hice una "cañita" aprovechando que no me tocaba conducir hasta dentro de un buen rato. Juan incorporó a Fuyu a la autovía en el mismo momento en el que yo encendía el peta. El conductor escogía música así que ahora eran los who los que nos acompañaban.

El Avión (Diez y Ocho)

Mucha conversación banal, mucha música buena y muchos planes de viaje -estaba prohibido hablar de cómo íbamos a organizarnos en Bulgaria hasta dos jornadas antes de la llegada- ocupó nuestro viaje en coche hasta Santander. Tan sólo paramos a merendar y cambiar de conductor y el gps hizo el resto, aunque todo hay que decirlo, con muchos más errores que aciertos.

De hecho, en Santander nos hizo pasar hasta dos veces a tan sólo una manzana del hotel pero, ni con esas, acertó. Fue entonces cuando Juan desconectó el aparato e, inspirado quizás por la música de los Ramones, decidió que la mente humana era mucho más fiable que un aparato con voz entrecortada y nos llevó en dos segundos hasta la puerta del hotel.

Después de la pertinente identificación ante la señorita de recepción decidimos ir a pegarnos una duchita y quedar abajo para ir a tomar unas cañitas y a cenar algo. El día, a pesar de que aún estábamos a mediados de abril, era maravilloso. El sol había pegado fuerte durante todo el día ya la temperatura, a esas horas de la tarde, debía de estar rondando los 18 grados.

Subimos a nuestras respectivas habitaciones juntos en el ascensor. Estábamos en la segunda planta en habitaciones contiguas y en la puerta de las mismas nos despedimos. Habiamos quedado que el primero que terminara- seguro que sería Juan-pasase a buscar al otro por su habitación.

Tras la inspección de rigor a la estancia, a las toallas del baño y a la neverita, procedí a a encender la televisión mientras abría las maletas y sacaba una camiseta y un vaquero. Tenían satélite en el hotel así que rapidamente busqué el canal con deportes y comencé a hacerme un porrito mientras escuchaba el boletín de noticias deportivas que, con gesto adusto- propio de quien está informando sobre un atentado de la ETA- conducía un chico vestido con aspecto informal para estar en la tele.

Con el peta ya en los labios me senté en la taza del water mientras el vapor comenzaba a inundar el baño. El agua ya estaba caliente. Salí del baño para dejar el peta en el cenicero de la habitación y, en esos momentos, escuché como en la televisión hablaban del Celta-Depor. Era mañana y, por primera vez en mucho tiempo, no iba a estar en el campo para verlo. Tenía cosas más importantes que hacer. Subí la voz del televisión casi a tope y me metí en el baño con la puerta abierta. La ducha no tenía porque estar reñida con la información.

Con la toalla en la cintura y la chusta en los labios le abrí la puerta a Juan. Nada más entrar masculló algo sobre lo que tardaba en ducharme y cambiarme y también algo sobre mi futura sordera si seguía escuchando la tele a ese volumen. Le dije que cogiese un par de cervezitas de la neverita para tomar mientras me vestía y, mientras las tomábamos, terminé de vestirme.

Dejamos la llaves en la recepción y, con el propósito de no volver muy tarde para iniciar mañana el viaje temprano abandonamos el hotel. Antes de salir, Juan charló con el recepcionista durante cinco minutos mientras yo fumaba un lucky en la puerta del hotel. Luego me contó, de camino a la zona de vinos, que le había encargado que nos buscase un hotel para la etapa del día siguiente. El destino sería Irún.

- Me encanta que me lo cuentes todo -le dije entre dientes.
- Es que no quiero que te despistes con cosas banales, me dijo con ironía,tengo un par de ideas que comentarte al respecto de lo de Marta y quiero que centres toda tu atención en ellas. No que estés con la cabeza en otras cosas.
- Ya sabes que puedo hacer más de una cosa a la vez, respondí con una mueca irónicna.
- Lo sé,pero no se trata de cagar y comer nin nada por el estilo, contestó.

El Avión (Diez y nueve)

Paramos en la primera casa de comidas que vimos. Estábamos hambrientos y, la verdad, buscar un buen local en una ciudad que apenas conoces suele ser una tontería. Es mucho mejor sentarte en el primer sitio que veas que tenga fuera un tablón de menú con el precio que andar deambulando sin saber muy bien qué buscas. Lo mejor es entrar, comer, pagar y, si el sitio no te gusta, rajar a gusto durante el café.

El sitio en cuestión se llamaba Casa Manolo y estaba situado en una de las calles transversales al amplio paseo marítimo -así le llamamos los gallegos a toda calle que discurre paralela a una playa- que preside la ciudad. Mantel de papel, comida casera y una camarera con una conversación amena y un escote aún más ameno convirtieron la cena en algo agradable.

Ya en los postres -acompañados como no de su correspondiente café y chupito- Juan centró la conversación, que hasta entonces había transcurrido entre etapas de viaje, hoteles, fútbol y política, en lo que realmente importaba: la desaparición de Marta.

- "Tengo una pequeña teoría al respeto de lo de Marta", comezó Juanán. Partiendo del hecho de que no le hiciste nada, de que desapereció de un día para otro, de los mensajes que te ha dejado, del mensaje que le hizo llegar a su familia, de su ausencia de movimientos en la cuenta....En resumen, de todo lo que sabemos. Creo que la han secuestrado. Ya sé que no parece que tenga mucho sentido porque no han pedido rescate ni ninguna otra cosa pero estoy convencido de que la han secuetrado.

- "Y para llegar a esa conclusión necesitaste todo este tiempo", le espeté. "Joder, yo los sospecho desde hace días...."

- " Ya, pero mi análisis parte desde la objetividad", respondió. "Está claro que si yo estuviese en tu lugar pensaría en ello pero yo lo he analizado desde fuera -desde todo lo fuera que puedo- y no tengo dudas". "Llegado a este punto hay dos cuestiones fundamentales: una, el pasado de Marta y dos, su postal". "Tenemos que centrarnos en esas dos cosa para continuar adelante. Estoy convencido de que en su pasado está el motivo y en el mensaje la clave para llegar a ella".

- "Ufff!!", exclamé. "Ni te imaginas la de vueltas que le he dado al mensaje..."

- "Claro que me lo imagino Miguel, pero tenemos que darle muchas más. Tenemos tiempo para hacerlo durante el viaje...." continuó.

- "En cuanto a lo de su pasado....no sé que decirte". "Conozco a Marta desde hace suficientes años y sé muchas cosas sobre su pasado a través de ella misma y de su propia familia...., en principio no hay nada extraño" le dije.

- "Pues mi teoría dice que algo tiene que haber Miguel".

- "No sé, como mucho está lo de su año de Erasmus mientras estudiaba. Estuvo en Italia durante un curso, en Roma, y, puestos a pensar, eso es lo más oscuro que hay en su vida".

- "Es un primer paso Miguel. Empezaremos por Roma. Cuéntame todo lo que sepas..."

En cuanto dijo esto, con la segunda ronda de chupitos ya en la mesa, Juan sacó de su cazadora una pequeña libreta y se puso a apuntar.

El Avión (Veinte)

El peta me estaba ayudando a aclarar las ideas. La verdad es que mis sentimientos eran extraños. Por una lado, la llamada de Marta después de 6 años me había alegrado. En el fondo siempre quise pensar que algún día ella llamaría. Por otro lado, más le valía tener una buena excusa para no saber de ella en seis años.

No sé si sería el peta mañanero que ya se sabe -fumao el día entero- pero por mi cabeza pasaban imágenes de Marta bajando del avión con un parche en el ojo -más estilo Kill Bill que pirata "pata palo"- y dirigiéndose a mi en medio de una alocada carrera que culminaría en un intenso abrazo acompañado, como no, de su correspondiente beso.

Salí del coche -que a esas altura era Londres- y me encaminé de nuevo hacia el interior de la terminal. La "estrella del rap", que aún seguía con el ramo de flores en la mano, me dirigió un efusivo saludo cuando me vió entrar.

Lo que más me jodía de todo lo de la llamada de Marta y mi posterior camino hacia esta especie de purgatorio que era estar en el aeropuerto esperando por ella era no haber podido hablar con Juanán. Estaba fuera del país y tenía apagado el teléfono. Supongo que cuando viese la perdida me llamaría.

De repente las pantallas cambiaron de nuevo y anunciaron la inmediata llegada del vuelo en el que vendría Marta. Tenía la boca seca como una alpargata así que decidí, de camino a la puerta de embarque, pillar una lata en la máquina. En esas estaba cuando mi teléfono comenzó a sonar....Era Juan!

Los Relatos de Perseo

Perseo es un ser que no siente demasiado. Un hombre perdido en un mar de contradicciones, lleno de defectos y vicios y con apenas virtudes. Un día descubrió que lo que realmente quería era escribir e inició este blog para poder comprobar que, sino hiciese públicos sus relatos, dormiría mucho más tranquilo por las noches.