El Avión (Doce)

Cargado de bolsas -gps, diccionarios, sobre de papeleo y tres cartones de Lucky- me planté delante de la puerta del despacho de Juan con la intención de dejar cerrada la parte más engorrosa de mi viaje. Por la tarde tendría que navegar por internet preparando las dos primeras etapas de mi viaje y grabar algo de música para no agonizar mientras recorría los casi 4.000 kilómetros que separaban la capital de Galicia de Budapest. Por lo que había podido ver en los días anteriores navegando por la red, me separaban de mi destino cerca de 40 horas de coche que, a una media de 8 horas de conducción al día -tampoco había motivos para forzar más- haría que plantarme en Rumanía me llevase al menos 5 días.

Timbré mientras alejaba de mi con gesto maquinal la última colilla de lucky y, tras el habitual sonido sordo de todos los telefonillos, la puerta se abrió ante mi. Subí andando los cuatro pisos que me separaban del despacho de Juan -el ascensor estaba averiado- y con respiración entrecortada empujé la puerta entreabierta en la que colgaba el ampuloso "Silva, Nieto & Asociados".

Una vez dentro y, tras preguntale por Juan Acosta a la atenta señorita de recepción, mi amigo salió de uno de las habitaciones y, tras saludarme efusivamente, me invitó a entrar en su despacho.

- "Aquí tengo el sobre", le dije. "Está todo lo que me pediste y algo más por si hay algún problema en mi ausencia. No creo que tarde más de un mes en estar de vuelta pero, por si acaso, lo quiero dejar todo atado y bien atado, que diría el otro".

- "Perfecto", respondió Juan mientras ojeaba con vista entrenada toda la documentación contenida en el sobre. "Se la dejo a Sara, nuestra secretaria , y ella se ocupa de todo. No te preocupes que está más que avisada y además es muy profesional" me dijo mienstras pulsaba un interlocutor llamando a la tal Sara.

- "¿Cómo?" le contesté..."Pero no te vas a ocupar tú personalmente?".

- "La verdad es que no creo que pueda hacerlo" me respondió mientras ambos nos giramos para "recibir" a Sara, que en esos momentos estaba entrando en el despacho de Juan.

Juan le entregó el sobre a Sara ante mi perpleja mirada y, mientras ella salía del despacho con un buen resumen de mi vida en papeles, me espetó: "Bueno, a qué hora salimos mañana?"

- "¿ Cómo que salimos?", le respondí.

- " Miguel", me contestó "me deben 47 días de vacaciones y este es tan buen momento como otro para reclamarlas". Además, continuó "¿no pensarías que te iba a dejar hacer sólo este viaje, verdad?. No es que no me fíe pero no creo que fueras capaz de llegar a Budapest tu sólo ni en un mes y, una vez allí, no creo que fueras capaz de averiguar nada sobre Marta ni en otro mes. Eres uno de los tipos más ingeniosos e inteligentes que conozco, pero al tiempo, uno de los más torpes también".

- "Pero...." protesté. "Llevo gps, seguro que soy capaz de llegar y en cuanto al resto...."

-"Con gps estás allí en 3 semanas" me cortó Juan. "Miguel, no voy a aceptar ningún no. O voy contigo en el coche o te persigo en el mío". "¿A qué hora salimos mañana?".

- "Pillo el choche a las diez en el taller, paso por casa a recoger todo y te paso a buscar" dije con una mueca de agradecimiento en los labios. " te va bien a las doce, por ejemplo".

- "A las doce me va perfecto. Graba buena música y no la mierda que sueles escuchar habitualmente que sino el viaje va a ser infernal" me espetó.

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Los Relatos de Perseo

Perseo es un ser que no siente demasiado. Un hombre perdido en un mar de contradicciones, lleno de defectos y vicios y con apenas virtudes. Un día descubrió que lo que realmente quería era escribir e inició este blog para poder comprobar que, sino hiciese públicos sus relatos, dormiría mucho más tranquilo por las noches.