El Avión (Nueve)

No estaba en las mejores condiciones para preparar una maleta sin olvidarme de nada pero, para ser sinceros, nunca estaba en la mejores condiciones para hacerlo. Marta y mi madre lo sabían mejor que nadie. Si era yo el que hacía mi maleta sin ninguna revisión "a posteriori" siempre me faltaba algo. Sino era el bañador en un destino de playa era un abrigo en el invierno ruso. Aún asi, siempre dicen que lo que hay que ser es consciente de las limitaciones de uno y como yo lo era de las mías, nunca era de los que me quejaban mucho cuando, una vez en destino, notaba la ausencia de algo. Hacer la maleta me llevó aproximadamente una hora. Digo aproximadamente porque el olor a cannabis que me perseguía por la estancia y la música de la Creedence siempre conseguían que el tiempo no siguiese su curso uniforme.

Las maleta estaba lista. La documentación que tenía que llevarle a Juan al día siguiente reposaba ya sobre la mesita del hall, en un mullido sobre en el que también iba una copia de mis llaves. Tenía la cartera con las tarjetas y toda mi documentación preparada y ya había activado con mi compañía de teléfono la opción de llamar desde el extranjero. Todo estaba listo. Sólo me faltaba encontrar un escondite en Fuyu para guardar los petas y decidir cómo iba a hacer para llevar conmigo el dinero que me había dado Marcos.

Con la chusta del peta aún en los labios bajé las escaleras de casa con la intención de ir a por Fuyu. Mi idea era dejarlo aparcado cerca de casa para, al día siguinte, desplazarme en el hasta la oficina del paro a arreglar el papeleo, luego pasar por el despacho de Juan y, para completar la mañana, pasar por el Corte Inglés a comprarle a Fuyu un regalo: un "jippi de esos" que nos llevara a los sitios sin tener que preguntar a cada paso.

Ya el sol no estaba entre nosotros con lo cual la americana de pana, a pesar de lo caluroso que había sido el día, era la mejor compañía que podía llevar. Mientra paseaba hacia el campus en busca de Fuyu pasaron por mi cabeza muchas ideas. Aún me quedaban cosas por hacer en relación al viaje -consultar en internet duración de etapas, hoteles, etc- pero nada que no pudiese solucionar con un par de horas de navegación. Lo que realmente me preocupaba no era eso. Lo que realmente ocupaba mi cabeza mientras iba al encuentro de Fuyu eran dos cosas: ¿por qué? y ¿cómo?.

Por qué veintiuna palabas, por qué esa carta a su hermano, por qué Bulgaria, por qué sin explicaciones, ¿por qué?...Y ¿cómo no me había dado cuenta de nada? ¿cómo podía haberme dejado así de empantanado y sin explicaciones? ¿cómo pensaría que me iba a quedar quieto y dejarlo pasar? Sobre todo me atormentaba eso. Marta sabía que tenía muchos defectos y pocas virtudes pero, uno de mis mayores "virfectos" (así llamaba Marta a lo que a veces era un virtud y otras un defecto) era que no dejaba pasar las cosas. Podía no actuar en el momento, podía no acertar, podía parecer que lo dejaba pasar pero nunca lo hacía. ¡¡Y mucho menos sin una explicación!! Cada vez estaba más convencido de que el viaje era la solución.

Los Relatos de Perseo

Perseo es un ser que no siente demasiado. Un hombre perdido en un mar de contradicciones, lleno de defectos y vicios y con apenas virtudes. Un día descubrió que lo que realmente quería era escribir e inició este blog para poder comprobar que, sino hiciese públicos sus relatos, dormiría mucho más tranquilo por las noches.