El Avión (Cinco)

La noche había transcurrido entre risas con Marta, goles de Mostovoi, explicaciones a mis padres y mucho humo de tabaco. Antes de acostarme no había tomado más que un par de whiskeys pero la mañana parecía de domingo. No había sido un sueño reparador, como hubiese deseado, pero había que salir de la cama porque había muchas cosas por hacer.

Ya en la ducha, hice un pequeño repaso de los acontecimientos del día anterior y organicé, como solía hacer siempre que me encontraba bajo los efectos reparadores del agua, la agenda del día. Lo primero era hablar con Victor para comprobar si había visto el correo. Después, según fuese la conversación, acercarme hasta comisaría para enseñarles el mail a ellos y más tarde, a última hora de la mañana, pasarme por la oficina. Llevaba días sin dar noticias y, aunque el jefe me había dicho que me tomase el tiempo que fuese necesario para solucionar lo de Marta, era bueno que me acercase a hablar con él. Ya tenía la mañana organizada pero, antes de nada, necesitaba un cafecito y una conversación instrascendente. Seguro que Suso sabría solucionar ambas cosas.

Todavía con la toalla enrollada alrededor de la cintura me acerqué a la ventana para ver el color del cielo. Estaba azul. Un compostelano, aunque sea de adopción como yo, siempre sonríe -aunque no esté de buen humor- cuando mira por la ventana y ve el cielo azul. Me puse unos vaqueros, una camiseta roja sin planchar pero limpia, los all star negros que Marta llevaba meses queriéndome tirar y, mientras comprobaba que la cartera y el móvil venían conmigo, salí por la puerta poniéndome todavía la americana de pana negra que me había regalado mi madre los pasados Reyes. El cielo estaba azul pero aún estábamos en abril así que la chaqueta seguro que no sobraba.

Ya en el "Berna" y, como era de suponer, Suso supo solucionar mis necesidades más básicas. El café estaba delante de mi antes de que volviese de la máquina de tabaco y, junto a él, "El Correo Gallego" del día. Tras darme un margen para encender un pitillo y remover el azucar, Suso se acercó para hacerme partícipe de la novedades del día. Eran las 9:30 y, como Suso abría sobre las siete, sus casi cuatro horas de día lo hacían tener un nivel de actividad muy lejano del de la mayoría de sus clientes a esas horas.

"¿Cómo va eso Miguelito?", me preguntó con un amago de sonrisa en su boca. "¿Crees que el Valencia será capaz de ganar la Liga?, prosiguió.

"No sé", le contesté. "El Valencia siempre me ha caído bien....Ya lo sabes"

"Es que de tu Celta prefiero no decirte nada porque me da que este año....", insistió Suso. "¿Vas a ir al derby de este sábado?".

"Pues la verdad es que no lo tengo claro Suso", le contesté. "Ya sabes que ando con lío".
"Sí, ya sé. Es por joder un poco"- me dijo con la mejor de sus sonrisas.
"Lo sé Suso, lo sé. Y sabes que es eso lo que me trae aquí y no tu mierda de café coruñés" le solté con una sonrisa cómplice y el humo del pitillo compartiendo "zona de salida" con mis palabras.

Tendrás queja de mi café!...y en cuanto a lo de joder....ya sé que vienes por eso pero hasta que no me lo pidas con cariño..." dijo Suso mientras se giraba para atender a otro cliente que reclamaba sus servicios. "Por cierto", me susurró antes de completar su giro, "sino vas al derby acuérdate de los amigos y pásame el carnet". Un enorme, guiño, casi tan grande como él, acompañaba sus palabras.

Antes de que pudiese responder al último estoque verbal de Suso mi teléfono comenzó a sonar. Era Victor.

Los Relatos de Perseo

Perseo es un ser que no siente demasiado. Un hombre perdido en un mar de contradicciones, lleno de defectos y vicios y con apenas virtudes. Un día descubrió que lo que realmente quería era escribir e inició este blog para poder comprobar que, sino hiciese públicos sus relatos, dormiría mucho más tranquilo por las noches.